20070327

Escándalo en la heladera

Cuando llegué a la escena del crimen pude observar las cuatro paredes manchadas de leche: leche por todos lados, hasta en un charco bajo la suela de mis zapatos. Algunas gotitas incluso todavía caían del techo formando estalactitas de nata: había sido una masacre.

Contemplando el hedor de la amarga muerte de la habitación, pensé en todo lo que contenía esa leche y reflexioné sobre su significado en aquél cubo de cemento.
Era una sustancia aparentemente inofensiva, pero escondía las más diversas esferitas grasientas en su interior, solo pudiendo ser vistas por microscopios, pícaras desconocedoras de espejos y movimientos: también estaban allí las huellas de la animalidad, y todos los manuscritos habidos y por haber. Reunía las propiedades más insólitas de los espectros, las expresiones blanquinegras de nuestras abuelas siendo fotografiadas mirando al horizonte y todos los vicios que las llenaron de vacíos llenos de más vicios.

He visto en su blancura el recuerdo de mis ojos mirando tu reflejo en mi espejo y sabiendo que toda visión es, después de todo, la de un reflejo. He visto en ella los esqueletos de mi closet, algunos de primos segundos ingratos. Allí estaban también tus horas, y en tus horas ciertos particulares minutos de alegría.

Oh, sachet, ¿por qué te entregaste a la estéril muerte? ¿Por qué sucumbiste ante la sospecha de su pecho? Acaso te perdiste en los montes de sus senos sin saber lo que es un seno.

Y se nos va la vida analizando libros de ocultismo, devorando escepticismo de novela y sospecha de enciclopedia, elaborando teorías sobre el arte y la pasión, y ni siquiera pensamos que en tus minimísimas bolitas de grasa flotantes puede concentrarse el sentido de la existencia.

Y ahora miro tus dientes desde mi vaso, conciente de que me dirijo a echar raíces en tu estómago, pero sabiendo que toda herida cierra: solo hay que ayudarla.

20070319

Ahora mis deseos son mucho más elevados que antaño; pero vale añadir que no significa que por eso sean altos.